Ray Bradbury no lo vio venir, pero cuando escribió
“Farenheit 451 no practicaba la ciencia ficción, si no las artes adivinatorias. Negarse a
dar explicaciones sistemáticamente es lo más parecido a quemar papel, que todo
lo aguanta. En realidad no estamos tan lejos de una distopía en un país donde
ya es posible viajar en el tiempo. Sí, amigos. El pliegue espacio-temporal tan
querido por la saga de Star Trek que ya imaginó H.G. Wells en La máquina del
tiempo es hoy una realidad. Acompáñenme en este viaje desde el día de hoy hasta
el caldo primigenio.
El PP nos ha devuelto a los 90 cargándose de un plumazo algunos
logros de la izquierda, tales como la igualdad de género o
el aborto; experimentamos un nuevo salto cuántico a la década de los 80, antes de que se sentaron las bases de la
educación y la sanidad públicas y gratuitas, inmoladas en bien de no se sabe
qué déficit. El último retroceso nos ha abducido a mediados de los 70 para borrar
definitivamente la ley de libertad sindical, sin duda principio de todo mal.
¿Hasta qué estado primigenio seguiremos involucionando? Fukuyama
auguró el fin de la historia y con él el fin de las ideologías, llegado un
punto de no retorno en el bienestar gracias al liberalismo rampante. No estuvo
fino el pensador. La historia ni avanza ni se para. Retrocede.
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